Refugiados climáticos: una realidad sin estatus reconocido
Ningun organismo internacional les reconoce como figura legal, pero no por ello no existen. Aunque invisibilizados, los nadies del clima, los ningunos, los ninguneados, como diría Galeano, son una realidad en nuestro planeta. E incluso hay algo todavía peor: su número aumenta de forma alarmante.
Hoy, Día Mundial del Migrante, te contamos qué son los refugiados climáticos y por qué es importante poner de relieve ese drama humano.
¿Qué es un refugiado climático?
Para entender la magnitud del problema, hay que señalar que hasta el nombre es “incorrecto”. Y no porque no explique una realidad observable, sino en porque la propia definición del concepto “refugiado” no se contemplan las adversidades del clima como motivo.
De acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, un refugiado es una persona que huye de su país o no quiere volver a él «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas”.
Así pues, el problema adquiere mayor magnitud cuando vemos que todavía no se ha reconocido y abordado como tal. La afirmación “oficial” no incluye a aquellos desplazados por razones ambientales, con lo que estas personas se encuentran ante un vacío legal y político que ninguna autoridad oficial sabe cómo afrontar.
En resumen, un refugiado climático (o emigrante medioambiental) es aquél que se ve obligado a migrar de su región de origen por cambios repentinos o a largo plazo en el clima, como pueden ser sequías, deforestación, la subida del nivel del mar o catástrofes naturales diversas derivadas del calentamiento global y el cambio climático.
¿Cuántos refugiados climáticos hay?
Al no existir una definición valida a nivel legal, la magnitud del problema a nivel de contabilidad es compleja. Aunque Greenpeace y la ONU Pocos países contemplan esta definición para los migrantes que llegan bajo su jurisdicción, por lo que no hay un recuento exacto. Se calcula que a día de hoy esta condición afecta a unos 64 millones de personas. Pero, como indicábamos, esta cifra está creciendo: según cifras de la ONU, en los próximos 20 años esta cifra subirá… hasta más de 1.000 millones de refugiados medioambientales.
De ahí que, dado su carácter masivo, ya no se hable de refugiados climáticos sino de “migraciones climáticas”, algo que en pocos años estará en el centro del debate sobre el futuro de la humanidad.
¿Por qué ahora se habla de ellos?
Aunque la primera denominación de “Refugiado Ambiental” fue en 1976, no se desarrolló hasta mediados de los ochenta, siendo estos últimos años cuando ha trascendido el estudio meramente demográfico o sociológico y ha pasado a ocupar primeros puestos en los debates internacionales.
Esto es debido a que, como apuntan numerosos climatólogos, el aumento de la pobreza y la desigualdad derivadas de las alteraciones del clima producidas en regiones estructuralmente empobrecidas está acechando severamente sus sociedades, forzando a grandes grupos de población a una migración considerada forzada.
¿Qué podemos hacer como personas y como colectivo?
Sin duda la respuesta debe ser construir y consensuar una estrategia global, pero al alcance de tus manos está a llevarlo a cabo a un menor nivel. En primer lugar, los expertos señalan que se debe ir, si queremos de verdad cambiarlo, a la raíz del problema. El futuro debe ser sin emisiones de efecto invernadero. Por lo tanto, la reducción de las emisiones debe ser prioritaria para los gobiernos, peor también para los ciudadanos de forma individual. Por supuesto cambiarse a Holaluz o a una compañía 100% renovable puede ser uno de los pasos para avanzar en ello, pero sin duda debemos ir más allá.
En segundo lugar, apostar por la investigación y desarrollo de una tecnología eficiente a nivel energético, con energías renovables como materia prima y al alcance de todos, especialmente de las regiones empobrecidas.
En tercer lugar, a nivel legal se debe identificar el problema para avanzarse al mismo, detectándolo y previniéndolo, así como brindar asistencia y protección para los desplazados forzados en situaciones que no sean posibles de prevenir.
Sobre todo, el cambio climático también cuestiona y debe cuestionar nuestro papel en el planeta. Nuestra huella de carbono personal y colectiva, el uso de combustibles fósiles para nuestro día a día o el acceso universal a un consumo de energía limpia debe centrar nuestros debates. De lo contrario, será el propio planeta el que pondrá estos debates en el centro de nuestras vidas, ¡y quizá será demasiado tarde!
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