Obsolescencia programada: ¿Mito o realidad? | Holaluz
Aunque parezca increíble, la obsolescencia programada, ese concepto que suena a conspiración cinematográfica, es real. Es un secreto a voces, a menudo evitado en las conversaciones. Hoy exploraremos su naturaleza, sus aspectos negativos y positivos.
Crónica de una avería anunciada
Esa sería la definición básica del concepto. Es algo que afecta a todo tipo de aparatos electrónicos y al parecer consiste en programarlos para que duren un tiempo determinado.
¿Sabéis cuándo las abuelas dicen aquello de, “antes las cosas durabán más”? Pues no es un decir, ya que como de costumbre tienen toda la razón y no se trata de algo fortuito.
Pero, exactamente, ¿A qué nos referimos con lo de “antes”?, pues aproximadamente a la época anterior a 1930. A partir de ahí los bancos empezaron a motivar a los fabricantes a que ampliaran sus negocios ofreciéndoles créditos y a ellos se les ocurrió acortar la vida de los productos que fabricaban para crecer.
Pros y contras
Ante todo habría que puntualizar para quién supone un pro y para quién un contra que la obsolescencia programada exista.
Para los empresarios y fabricantes encargados de producir y lucrarse con ello, es , en principio, una ventaja, ya que aumenta su volumen de negocio. Aun así y en contra de lo que podría parecer, para ellos también puede suponer algo negativo, ya que si la producción se multiplica también lo hacen los residuos, al tiempo que se reducen las materias primas, dos cosas que nos afectan a todos.
A los consumidores, además, nos afecta al bolsillo. Y en contra de lo que algunos defensores podrían decir, alargar la vida de los productos no provocaría un descenso de puestos de trabajo, sino que crearía otros nuevos, ya que los negocios de segunda mano y reparación funcionarían más y mejor.
Obsolescencia y luz
Existe un movimiento anti-obsolescencia que hasta ahora ha estado un poco en la sombra pero que poco a poco va saliendo a la superfície. Uno de sus impulsores es Benito Muros, el inventor de la bombilla que puede durar toda la vida.
A él se suman otros pioneros en este tipo de bombillas, inspirados en la Bombilla Centenaria de Livermore, que lleva la friolera de 112 años encendida. Aunque ya no ilumine como el primer día, se trata de la prueba “viva” de que las bombillas pueden durar 100 años, o más y sirve de inspiración a quiénes investigan para volver a ese tipo de productos.
Qué os parece, ¿Creéis que la obsolescencia programada dejará de existir? ¿Lo habéis notado en algún aparato recientemente? Podéis contárnoslo en los comentarios de este post, en Facebook o en Twitter.