Minas transformadas en parques de atracciones y otras ideas para la transición energética
La transición energética se está convirtiendo en la gran protagonista del sector de la energía y como su propio nombre indica, implica un cambio paulatino y sostenible en el tiempo de un modelo energético a otro.
Por fin, tras la formación de una Comisión de Expertos de Transición Energética, la creación de un ministerio independiente denominado Ministerio para la Transición Ecológica (otro nombre de la transición energética) y la reciente aprobación del RDL 15/2018 tenemos motivos para decir que el cambio real está cerca. Los objetivos principales de este proceso son la descarbonización y la apuesta definitiva por las energías renovables. Pero como todo cambio necesario, no por necesario tiene menos implicaciones, puede que algunas a priori negativas. Con los ejemplos de este post queremos demostrar que es posible transformar sin destruir :)
Está claro que las implicaciones de las medidas necesarias para llegar a un futuro sostenible no son sencillas, pero la solución no debería ser boicotear ese cambio, sino trabajar para que todos y todas podamos adaptarnos a él y salgamos ganando por igual. Por eso hablamos de transición y no de cambio drástico sin mirar atrás :)
A continuación, algunos ejemplos de cómo podemos hacerlo y hacerlo bien.
Un parque de atracciones dentro de una antigua mina
Uno de los argumentos preferidos de los detractores de este cambio es que con el cierre de las minas de carbón o de las centrales basadas en éste u otros combustibles fósiles, se pierden puestos de trabajo y/o se afecta negativamente a la economía. Esto sería real si las cosas se dejaran tal cual pero existen muchas formas de conseguir que no sea un cambio traumático y de esta forma, poder quedarnos solo con lo bueno.
Lo que ves en la foto era una antigua mina de sal, pero la idea puede ser fácilmente replicable en una de las minas de carbón que se están cerrando actualmente. En este caso se trata de Sala Turda, una mina de sal situada en la ciudad rumana de Turda, cuyas excavaciones cesaron en 1932 y que durante años sirvió para todo tipo de cosas, desde almacenar queso hasta convertirse en refugio antiaéreo durante la 2ª Guerra Mundial.
Desde 1992 sus túneles y galerías, situados a 120 metros bajo tierra, dan cobijo a uno de los parques de atracciones más increíbles bajo la faz de la Tierra. Hablamos de un anfiteatro, una noria, bolera, mini golf, campos de tenis y un lago navegable, casi nada. Si aplicamos este tipo de ideas a una mina de carbón… tenemos todos los números para conseguir cosas como el pasaje del terror definitivo o una montaña rusa subterránea casi única en su especie.
Minas de carbón convertidas en almacenes de servidores
Y si en el apartado anterior hablábamos de minas que tiempo atrás habían servido para almacenar productos tan tradicionales y sencillos como el queso… ¿por qué no adaptarlos a productos del presente con grandes necesidades de almacenaje?
Uno de los productos estrella en este caso son los servidores informáticos. Aunque cada vez conseguimos almacenar una mayor cantidad de información en dispositivos más pequeños, los servidores siguen necesitando grandes espacios, idealmente bien ventilados.
Todos esos datos que almacenamos en “la nube” en realidad descansan en servidores en tierra… y podrían estar la mar de anchos bajo ella. Además de lo espacioso de las galerías mineras, éstas suelen ser húmedas y frías, un microclima ideal para dispositivos que normalmente necesitan complejos y costosos sistemas de refrigeración para reducir un poco sus altas temperaturas al funcionar. Empresas especializadas en el almacenaje de datos, como la norteamericana Iron Mountain, ya han empezado a aprovechar espacios naturales bajo tierra para almacenar servidores. Y quien dice servidores dice “granjas” de ordenadores minando bitcoins dentro de una mina, una redundancia muy poética, ¿verdad?
Parques eólicos marinos, reserva natural para peces y otros animales
Acabamos volviendo a la superficie pero no a la terrestre, sino a la marina. Ciertos sectores temen que la energía eólica afecte negativamente a la fauna de los lugares en que se instalan los molinos de viento, sobre todo a las aves.
Quizá queden cosas por mejorar en los parques eólicos terrestres pero estudios como los de la Technical University of Denmark (Universidad Técnica de Dinamarca) afirman que los parques eólicos marinos funcionan como reserva natural. La “mecánica” es sencilla: está prohibido pescar junto a los molinos de viento instalados dentro del mar, lo cual permite a los peces de la zona desarrollarse hasta sus tamaños máximos y cuida del fondo marino, evitándole el desgaste que suponen las técnicas como la pesca de arrastre.
Según la universidad danesa, se ha comprobado que estas reservas involuntariamente creadas por los molinos eólicos no solo no perjudican sino que ayudan a que la población de peces de estas zonas aumente, con un beneficio directo para la actividad pesquera y por supuesto, al medio ambiente.
Estos ejemplos son solos algunos de los muchos usos que se les puede dar a antiguas infraestructuras relacionadas con energías fósiles y de los beneficios añadidos que pueden tener aquellas destinadas a producir energía renovable.
Hablando de lo cual… así es como trabajamos con la energía verde en Holaluz :)